Hoy me he cruzado con Isi. Nos hemos sonreído desde lejos. Ella, con su sonrisa de siempre, y yo, con la de los 10 años prolongada hasta ese momento por una inmensa gratitud.
-¡Hola Isi!
-¡Hasta luego, cariño!
Nuestro encuentro ha transcurrido como si nos hubiésemos visto en el comedor del colegio de ayer y nos fuéramos a ver en el de hoy. Yo, pidiéndole que me perdone lo que me queda de la sopa naranja de bacalao, o del pollo reseco de los miércoles. Ella, haciendo la vista gorda y evitándonos el trago de guardar las albóndigas en el bolsillo de la bata.
Esto es un homenaje a las señoras del comedor y, en particular, a Isi, que con su dulzura compensaban lo insípido de la cocina a granel.
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