miércoles, mayo 06, 2009

Peste alta

Escribir a pesar de todo, a pesar de lo mundano que se empeña en inundar nuestro cerebro. A pesar del vacío de un día ocupado en hacer nada, cuando nada es igual a cálculos mentales, a estrategias militares de oficina, con soldados plomizos y cansados de que una mayúscula duela en los oídos como un grito, de luchar por no ser ellos mismos, por hacerse respetar si no hay respeto en las exclamaciones. Y se encuentran extraños en el cuerpo de tierra. Y por la noche cogen un bolígrafo azul mar de las profundidades y se dejan llevar hacia una isla, en la que han quedado con su amada, esa parte del cuerpo que aún es tierna, y que en ternura se siente protegida. Tan a gusto junto a un cuerpo que es el propio, o el de otro a quien llovieron de caricias. Y están tan lejos de la nada, y tan cerca del todo, que les da pereza la mañana, regresar en una barca con dos ruedas al campo de morralla. Se dispone a dormir aquí por otro día. Peste alta.

viernes, abril 17, 2009

El vidasutra

Una decisión matinal me lleva a reflexionar sobre posturas vitales, o lo que es lo mismo: el vidasutra.


Localización: Estación de Bicing (servicio local de alquiler de bicicletas-con-frecuentes-anomalías)

Postura 1: ¿arriesgarse a cambiar cuando te ha tocado una bici sin sillín PERO con frenos? ¿y si te toca una sin frenos, manillar ni marchas? ¿y si ni siquiera tiene ruedas? Ya me voy tirando con esta.

Postura 2: ¿una bici sin sillín? El mundo está lleno de bicis con sillín y mi culo merece una de esas, así que voy a sacar uno a uno estos biruedas hasta encontrar una.


En el otro sutra tampoco dicen cuál es la mejor de todas. Por algo será.


Yo de momento me quedo con la postura, también matinal, de la señora-por-la-limpieza-ajena a la que miran raro porque canta a grito pelado mientras arregla los lavabos de un colegio profesional rebosante de mármol. “¡Tienes mi corazón colgando de tus maaaaanooooos!”.


Y no lo hace mal.

martes, abril 07, 2009

Luna creciente

Hoy tendrás que dormir sola, Luna,
no me dejan quedarme.
“Nadie puede dormir entre incubadoras”.
Pero sólo será una noche, una más.

Mañana te bajo y nos damos un paseo
a la luz de las estrellas.

Balancéate sobre tu lomo,
verás cómo coges el sueño.
Sólo un poco,
sin que se vuelque la tristeza.

jueves, marzo 26, 2009

domingo, marzo 01, 2009

Le Petit Prince

Ella parió al Principito. Con sus rizos amarillos. No, no lo dibujó, lo gestó en su vientre y le llamó Pol. Y una tarde fueron a la cafetería y allí los vi por primera vez.

Era como lo había imaginado, caminaba tranquilo y sonriente, en actitud de explorador sin miedo -si es que alguno de esa especie lo conoce-.

Observé desde mi butaca cómo se acercaba a cada mesa. Allí mantenía una conversación, tomaba una nota mental y continuaba. Miraba a los ojos, muy adentro. Su mirada quedaba a la altura de la de un adulto sentado. Cuando el niño se acercó a mí, estaba preparado. Le invité a dibujar algo en mi libreta. Dibujó esto:


A continuación me preguntó qué veía yo.

La miré a ella. Las dos manos rodeando la taza. Expira. El aire roza los labios y disipa el vapor.

Por fin respondo:
Es ella, tumbada, contigo dentro.

domingo, febrero 22, 2009

¿Tienes cinco minutos?


María de la O nunca encontraba tiempo para nada. Vivía convencida de que alguien se lo robaba mientras dormía y apretaba sus días hasta estrujarla o, más bien, comprimirla, como se comprime, cada cierto tiempo, el cubo de la basura para retrasar el momento de cambiar la bolsa. Tan apretada vivía que ni siquiera tiempo tenía para escribir un cuento en cinco minutos.

Un día, muy enfadada, se decidió, por fin, a descubrir dónde estaba el asqueroso ladrón. Y se quedó tooooda la noche despierta. Mientras esperaba, compuso una canción con su nombre, a oscuras poco más podía hacer. Pero allí no apareció nadie.

Decidió que resistiría otra noche, pensando que, tal vez, también los delincuentes tuvieran estipulados los días que dedican a cada fechoría. ¿Y si en sus agendas aparecía “Miércoles noche, domicilio de María de la O”? Esta vez, se entretuvo intentando recordar todo texto que supiera de memoria. “Volverán las oscuras golondrinas, en tu balcón sus nidos a colgar...”, “Padre Nuestro que estás en los cielos”, “El corro de la patata es particular”, “a, ante, cabe, sin, so, sobre, tras...”. Pero allí no apareció nadie.

No pensaba rendirse mientras el cuerpo aguantara. Así es que la tercera noche, también la pasó en vela... Sin embargo, tuvo que recurrir a mantener encendido un hilo de luz para no dormirse. Con él podría dedicar las 12 horas siguientes a ordenar, algo que, como es fácil de imaginar en su situación, nunca podía hacer.

Primero, la ropa sucia acumulada en aquel cesto maloliente. Después, todos los papeles que tenía amontonados en diferentes rincones de la casa llenos de ideas que algún día desarrollaría. Y, por último, como siempre, los cajones. Sacó de ellos: cartas del banco sin abrir, mil fotos viejas con gente a la que ya no veía, una lechuga destrozada a la que vivía aferrado un hamster, que ya ni recordaba le habían regalado por su cumpleaños; una ensaimada menorquina, un frasco de agua bendita que le trajo de Lourdes su tía Maruja en su afán de evangelizar a toda la familia; su primer poema, sobre el otoño, publicado en la revista del colegio, y... no podía ser..., no, no podía creerlo, no podía ser lo que parecía... al final de uno de los cajones, ese que nunca podía cerrar por completo por más que empujara, ¡millones y millones de minutos espachurrados esperando a ser usados! ¿Cómo habían llegado hasta allí? ¿Desde cuando la acumulación? ¿Habría sido el roedor intentando llamar su atención?

Con las prisas, nunca le gustaron las adivinanzas, así que decidió no buscar respuesta y, simplemente, empezar a usar a destajo tantos granos de arena extra en su reloj:
15 minutos para reírse a carcajadas de su desorden
68 para un baño reparador que le dejara como un garbanzo
720 de sueño ininterrumpido
35 para destrozar la máquina expendedora que se quedó con su KitKat
784 para no dejar nunca a medias una conversación
252 para imaginarse la historia que esconde cada compañero de vagón
23 para organizar el viaje de su vida
160 para elegir la mejor agenda
4.937 para no perderse más la pista
y 5, sólo 5, para escribir este cuento

jueves, febrero 19, 2009

Lavando una manzana en el lavabo del trabajo, me dije

¿Cuál sería el final de la historia, la historia del Principio, si Eva hubiera lavado con jabón la piel de la manzana prohibida?