martes, marzo 06, 2007

Diario de una oliva negra

Era una oliva negra sin hueso y aún así, decidí no comérmela de un bocado. Estaba rodeada de olivas verdes, sin hueso, pero con anchoa. Ella, en cambio, ni siquiera tenía relleno. Se me apareció como un marco al vacío de su agujero, y mirando a través de él fue cuando descubrí que es precisamente allí donde tienen sus ojos las olivas. Eso explicaría, sin duda, el carácter introvertido de muchas de ellas. Desde entonces, desde que decidí no comérmela, me acompaña por todo el mundo, es decir, mi mundo, que es poco comparado con “todo el mundo” pero mucho si lo pones al lado de una lata de aceitunas.

La he observado largamente pero, a pesar de ello, no he conseguido descifrar más secretos sobre su anatomía. Así que, carente, por el momento para mí, de boca y manos, me he comprometido a escribir yo mismo su diario. Una mirada ha bastado para arrancarme esta promesa.

Por hoy haré sólo un inventario de algunas de las cosas más importantes que ha visto hasta ahora –tal vez más adelante pase a la primera persona-:

- 1er día: la luz a la entrada del túnel gástrico al que no ha tenido que acceder.

3 comentarios:

Ra y Mon dijo...

Creo que he encontrado una foto de la oliva antes de que emprendiera este viaje que le hará conocer el mundo. ¿Es la de arriba a la derecha?

La tiradora de hilos dijo...

¿Los magos tienen magia o saben fabricarla? En cualquier caso, gracias por tus comentarios hombre mago :)

Anónimo dijo...

Hay cosas que no se tienen ni se fabrican, simplemente se sienten...