jueves, octubre 23, 2008

Con la C

Cuando Carmen contaba con uno,

como se cuenta con cada hijo,

caía el cacharro de cobre

con el que cada cual se cubría.



Con la cabeza cargada de cuencos,

donde calentarse casi sin fuego,

cantaba antes de consumar

el cáliz del consuelo.



Cansada, quebrada,

carcomida, cautivada.

Contenía en su cara

cualquier adjetivo

que necesitaras

para comprenderte.



Sus pechos colgaban de un cuerpo

relleno de caracolas,

y contenían el néctar del cielo

cuando está casi cayendo.

Comimos todos de él

y el cielo, entonces, cayó.

2 comentarios:

Miguel dijo...

¡Qué chulo y qué bonito!

La tiradora de hilos dijo...

Gracias Miguel :)
Te seguimos la pista...