Farolas unidas por la libertad de expresión.
Encerrada su luz en un cristal,
y tú, en la habitación.
El estornudo como prueba
de que no controlas tu cuerpo.
Espasmo ridículo acompañado de mocos,
e incluso lágrimas,
disociadas esta vez de cualquier alma.
Cejas que se inflaman sin que nadie lo perciba.
Ojos que se cierran sin que se vaya la luz.
Encerrada, otra vez,
en la farola que da a tu habitación.
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