viernes, julio 07, 2006

Éranse una vez...

Érase una vez un hombre de ojos azules, y pelo claro tirando a oscuro. Caminaba con las piernas rectas, sin ocupar el excesivo espacio lateral que ocupan algunos al abrirse paso. En su cabeza, las cosas claras, pero sin desterrar de su rincón a la duda y a los millones de preguntas que viven de ella. Le gustaba lanzarlas al aire y hacer malabares. Las palabras como bolas iluminadas. Buscaba tu mirada y tus oídos y tu boca para intercambiar vida, para derrocharla, llevarla al límite de un tenedor incandescente. Érase una vez y otra y otra más.

Érase una vez una mujer de ojos castaños tirando a negro, y pelo oscuro. Dependiendo de su memoria y las prisas, caminaba con cierta amortiguación alegre o con relajada mirada de erguidez. En su cabeza, las cosas claras, pero sin desterrar de su rincón las alas que oxigenaban su cerebro. Le gustaba desplegarlas y hacerlas crecer. Las palabras como alimento y ventana. Buscaba tu mirada y tus oídos y tu boca para intercambiar vida, para derrocharla, llevarla al límite de la sonrisa más larga. Érase una vez y otra y otra más.

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