martes, junio 12, 2007

Lecturas

Oliva ha aprendido a leer. Un mes después de empezar con nuestra introducción en la literatura occidental, que según creía se limitaba a las lecturas que le dedicaba a ratos sueltos, hoy me ha dicho, con sus ojitos internos, que sabe leer. "¿Perdón?" -que diría mi amiga Lourdes-. Que sí, que sabe leer... Resulta que los días que se quedaba en casa se dedicaba a revolcarse entre las páginas de los libros que de forma sistemática caen rendidos al lado de la cama hasta que alguien los recupera la noche siguiente y ha conseguido descifrar el arbitrario código de nuestro lenguaje releyendo a solas las páginas que yo le narraba y que ella ¡memorizaba! Todavía no sé dónde tiene el cerebro pero tiene que ser muy pequeño. ¿No reta esto el espíritu investigador de ningún bioinformático? Lo que tengo claro es que por más que yo me revolcara sobre telas japonesas no llegaría a descifrar más que una historia inventada sobre bambúes... O quizás no.

1 comentario:

Ra y Mon dijo...

El desafío que esta investigación conllevaba me asustó al principio pero luego, animado por la energía que desbordo desde que comencé a leer a la Oliva, me lancé a hacer una primera exploración del estado del arte sobre las frutas y los cerebros.

Hoy, me limito a constatar que, además de la oliva, hay otros frutos que también tienen cerebro:

http://jaime.antville.org/stories/1632162/

Seguiré informando: estoy diseñando el experimento que nos permitirá saber si todos, algunos o solo unos pocos frutos tienen cerebro. Unicamente es un resultado preliminar, pero la naranja con la que llevo hablando desde que me he levantado todavía no ha dado muestras de una inteligencia. En represalia, me la he comido. Supongo que eso animará a otras naranjas a esforzarse más y así responder a mis preguntas.