jueves, febrero 28, 2008

Abono

Hoy se me ha revelado una verdad. A veces pasa, y más si de vez en cuando te das a la literatura de autoayuda (http://www.publico.es/culturas/053742):

(ésta ha sido la primera y menos elevada parte de la revelación, por suerte se me ha revelado en castellano:)

En nuestro motor existencial parece que está establecido un creador de granos en el culo, o mejor, un aparato encargado de pellizcarnos ordenadamente primero en un lado, luego en otro. Cuando te pellizcan ya se sabe que tienes que moverte.

El movimiento es nuestro fin existencial. Alguien está utilizando la energía que generamos al movernos y por eso genera inquietudes y deseos que hay que acallar a base de ir de aquí para allá. Algunos aportan poco, sólo los mueven en su mente, pero los hay que no, y de ellos se nutre la Endesa de lo místico.

(y aquí va la segunda parte, más pulida y más cercana a la levitación:)

Nuestro fin último, por simple que parezca, es crecer, como las flores, los sapos y todos los seres vivos que estudiábamos en Ciencias Naturales (los que eran buenos en esto probablemente hoy son biólogos –guiño a Raymon-). Y para crecer hay que dejar atrás la talla 6 y después la 12. ¿Por qué sentirse entonces extraños cuando las motivaciones cambian, traidores de viejos objetivos con cada nueva ansiedad que nos viene a pellizcar la nalga? ¿Por qué caprichosos, eternamente insatisfechos, cuando sólo estamos creciendo y la gracia está en el salto? Empeñarse en oprimir el deseo, que es lo natural, sólo trae deformidades, como las de los pies chinos a los que no se dejaba pasar de número, con lo bonitos que son los pies.

(en una tercera parte de la revelación he empezado a hacer recuento de mis pellizcos:)

Primero fue querer andar, después de un año gateando con un ligero sobrepeso de bebé, lo conseguí. Después fue hablar, casi lo consigo a la vez que lo primero. Después quería saber leer y tengo recuerdos de simular que sabía hacerlo… En fin, que cada uno siga con su lista y se tranquilice al descubrir que, por suerte, los pellizcos no suelen venir acompañados, primero va uno y luego el otro y por eso no pasa nada por hacerles caso de uno a uno (incluso aunque se contradigan en el tiempo). Y es que todo esto ha venido porque a veces pienso (concretamente hoy lo he pensado por primera vez) que es una suerte que no se nos agolpen todas las ansiedades de una vez.

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